Wednesday, April 15, 2015

EL QUE NO EXISTE

Uno siempre responde con su vida entera a las preguntas más importantes 
                                                                                        Sándor Márai



Mapa de Trochas de la Estación Biológica de Cocha Cashu, PN MANU, Madre de Dios, Perú
            Q  aburrido era pasar navidad en Lima. A pesar de su juventud, J. llevaba varios años cogiendo trabajos que le permitieran desaparecer de casa en esas fechas. Había vivido en medio de un caos de valores trastocados que le había llevado a la conclusión -obvia, pero no por ello menos verdadera´- de que todo era una puta mierda en la ciudad y que lo más sano que se podía hacer era largarse de ahi o suicidarse. Había encontrado refugio en las ciencias, donde todos los límites de lo tangible venían sin chamullo extra y  no había sitio para el desconcierto ni para las medias verdades. Una ordenada sinfonía del caos. Hurgando sus cavidades mientras se preguntaba por dónde estarian comiendo los murciélagos adictos a las anacardiáceas, masticaba semillas de girasol y palpaba de vez en cuando su provisión de pasas (habia que hacerlas durar). Pateando los nidos de barro de las  cigarras, para verlos reconstruídos en su camino de vuelta, mientras esperaba cruzarse con una bandada mixta de pajaros amigos de toda la vida -y además, era cierto- o una Galbula al borde de la cocha. Perdiendo el aliento cuando una serpiente ratonera de dos metros cruzaba su camino, comprobando con terror que su machete no le serviría de mucho en caso de encuentro directo. Llevando ya esa herida de leshmaniasis en el muslo izquierdo que comería su carne por un año completo.


                                                   
                        Sombrero de ventisca, ojo de garra
                                (¿conoces esa canción?)

inefable Galbula
        Avanzando en el bosque semi inundado con varios pares de ojos de caimanes estatuescos e indiferentes, con una sola pregunta que quemaba con sincronía alrededor de ese islote de hielo en que se le había convertido el corazón en esa época. Un busardo colorado  (Busarellus nigricollis para aquellos a quienes les importe el dato) lo contemplaba desde una rama de Ficus, al borde de la cocha. Una manada de huanganas se podía oler a lo lejos, habían cruzado la trocha 5 minutos antes: todas las plantas de Geonoma (una palmera pequeña nativa del bosque de lluvia) a su derecha habían sido arrancadas de cuajo. Era otro día de la incontenible y mortal belleza que es el (todavia) impoluto bosque de lluvia en el corazón de la Amazonía peruana. Todo perfecto y terrible, no hecho para humanos. Qué revelador es sentirse de pronto parte de la cadena alimenticia. Tres días antes, había sido mordido en el pie por una piraña. Habia sido leve pero la vision del dedo gordo mordido y la sangre borboteando le habian asustado: con un susto de la muerte, habia chapaleado hacia el pequeño muelle de la cocha. Diez metros de chapaleo que se sintieron como cien, probablemente cubiertos en menos de 10 segundos.


Muelle de la Cocha- EB Cocha Cashu, PN Manu

           Faltando un metro para tocar con sus manos el muelle, sintió en su vientre el roce, de izquierda a derecha, de un juego de cuatro o cinco placas óseas, durante un par de segundos. Un caimán habia pasado por debajo de él. Ahi mismo, a diez metros de la hamaca donde pasaba las tardes leyendo el Señor de los Anillos, se había sentido muy cerca de no poder contar la historia. J. había decidido en esa época que eso de morirse era algo que le pasaba a los demás y no a él-, lo terrorífico era estilo de matar de un caimán goloso: llevarte al fondo de la cocha, ahogarte y comerte a trozos, durante varios días. Un mes después, ese sería el destino de Francis, un estudiante de doctorado de John Terborgh. Al terminarse las labores locales de rescate, sus padres pagaron una misión privada que buscó su cuerpo por toda la cocha. Nunca lo encontraron.

          Nada de esto quitaba interés al hecho de estar ahi. Le agregaba una noción de aventura a todo lo que se hacía. Y estaba claro que respetando las reglas, se podía estar seguro. Todos los accidentes se convertían en anécdotas de esa ignorante veleidad que forma parte de la juventud. En su infinita y bestial belleza, el bosque de lluvia podía ser explicado. Existían diagramas ombrotérmicos, reportes meteorológicos, vocalizaciones, nidos, índices reproductivos y de mortalidad, vida ecológica y vida potencial, gente haciendo su tesis doctoral. Con suerte tambien podías conocer una chica. Una lista inmensa de cosas que no pasarían jamás en Lima.

          Entonces, sucedió. Eran las 7 de la noche de una tarde de Enero del año 2000 en el punto 6 de la trocha 41, al otro lado del muelle del caimán, en Cocha Cashu.  Una ráfaga de viento habia silenciado a todos las aves e insectos en el cruce de la trocha 41 y la 18. J. sintió un escalofrío e instintivamente tocó las pasas en la bolsa y viró para mirar el camino de regreso hacia la canoa. De pronto, delante de él, a un metro de distancia aproximadamente y a la altura de sus ojos, se manifestó una esfera de aire, una especie de remolino donde el viento no soplaba, y escuchó la voz de Andrea Ippel, compañera de trabajo, que le llamaba por su nombre desde dentro del bosque,en dirección noroeste a través de la trocha 41 (ver mapa). J. sabía que A. se encontraba en ese momento en la trocha 28, es decir, a por lo menos dos kilómetros de distancia, al otro lado del meandro. Era el protocolo necesario para poder triangular los puntos de teledetección de los murcielaguitos. Rutina..La voz llegaba a ambos oidos de J. pero a velocidades distintas y lo conminaba a avanzar en dirección de la esfera-remolino. La esfera se había convertido en una especie de tunel por el que miraba hacia el fondo del bosque, desde donde aparentemente A. le estaba hablando. ¿sería una emergencia? ¿quizá algún accidente? ¿por qué no había llamado por el walkie talkie?. Quizá pasaron unos 20 segundos, quizá 3 minutos. De pronto, escuchó la risa del bosque: una mixtura súbita de sonidos rompiendo el silencio: un golpe de hojas, un canto de cigarra, un olor a fruta recien mordida, y un ser bípedo, probablemente orgánico de unos  50 centímetros de alzada que pasó raudo justo entre sus piernas en dirección suroeste. Era el chullachaki, el demonio del bosque.

Se había hecho la oscuridad y J. regresó a la trocha, se sentó en la canoa, atravesó la cocha remando sin prisa, en medio de una noche estrellada sin mas sonido acompañante que el del remo golpeando el agua .Llegó al campamento a eso de las 11:30 pm. A. y R. estaban ya sentadas esperándole frente al fuego, sin ninguna novedad.


Shapshico, Chullachaki o Diablo cojuelo del Bosque


Thursday, March 26, 2015

DECONSTRUCCIÓN DE CORTÁZAR

             Cortázar, el europeísta, el intelectual de izquierdas, el hombre que hablaba del Che como un hermano, el autor de Todos los Fuegos el Fuego, en enconada batalla contra José Maria Arguedas, definiendo su obra como "provincianismo de obediencia folklórica". Arguedas, peruano, entrañable, torturado, telúrico, suicida. Arguedas cantante de huaynos.

Entrevista a José María Arguedas sobre polémica con Cortázar


              Arguedas que no podía ser de izquierdas desde París ni codearse con Vargas Llosa (que en esa época era marxista). Arguedas escribiendo desde prisión. Cortázar, mundano, versado, seguro de sí mismo. Arguedas, tímido, quechua hablante; cuando leía extractos de sus propias obras en público no podia transmitir el sentimiento que Cortazar siempre consiguió (es por eso que tengo dos horas de audio de cuentos de Cortázar y casi nada de Arguedas).Cortázar aficionado al box y al jazz. Cortázar el perseguidor. Pagado de sí mismo. Vital. Cómodo en su propia piel.

Entrevista a Cortázar revista Life 1969



Cortázar, perfecto para mejorar mi francés nivel A2 (estos días). Arguedas, que me recuerda quién soy y de dónde vengo. Espero poder mantenerlos separados como hasta el día de ayer, maestros.